Comparto este artículo que preparé para el tercer número (PDF) de Tinta Electrónica -publicado en diciembre de 2011- que trató el tema de la brecha digital y fue titulado La herida que sigue abierta.
Descargue el PDF del 3er. número de Tinta Electrónica |
Hace poco en una conferencia a la que asistí a través una transmisión en la Web (lo hago así a menudo desde hace algunos años), contaron que el promedio de uso de Internet en Chile es de 48 minutos diarios. “Suena a una gran brecha digital” puse en Twitter. Ahora lo explico.
Cada día más se trabaja frente a un computador. También sabemos del sostenido crecimiento de los servicios en “la nube”, del auge de las redes sociales, del correo electrónico, Google... me cuesta creer que el promedio de “los que se conectan” es menor a la hora al día.
¿Qué real usuario de Internet no utiliza estos servicios diariamente? Mi impresión es que un usuario promedio debiera utilizar la red por lo menos dos o tres horas diarias... por lo menos. También me pregunto ¿Cuántos utilizarán esos 48 minutos efectivamente? Sí, porque seguramente también habrá un alto porcentaje que pierde tiempo al usar Internet, por no saber usarla.
Por otro lado, reflexiono que hablando de chilenos, tengo mucha suerte. Mismo premio tiene el lector de esta revista.
En enero de 2010, Chile ingresó a formar parte de la exclusiva Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), grupo que estaría compuesto por los países más desarrollados del planeta. Y, aunque la noticia resultó muy auspiciosa, los chilenos -durante estos casi dos años- hemos ido notando que aún falta mucho para sentir verdadero orgullo de formar parte.
Hablando de “brecha digital”, de los 34 países de la OCDE, Chile está entre los tres países con peor acceso a Internet. El grado de penetración que alcanza la conexión inalámbrica promedio en la OCDE es de 48%. Chile alcanza sólo 9,7%, superando a Turquía (5%) y México (0,5%). En tanto, en conexiones fijas el promedio es de 25% y Chile obtiene apenas 11%, un solo punto sobre Turquía y México (10%).
El acceso es básico, pero como alguna vez publicara Jakob Nielsen, la brecha digital se explica en tres etapas y quizás más graves son las brechas posteriores al acceso y que se refieren a la usabilidad (alfabetización digital) y al empoderamiento (uso real y activo de las herramientas de la Red).
Entonces si en Chile aún nos queda mucho qué hacer sobre acceso, respecto de alfabetización digital estamos peor. En 2009, sólo 20% de los escolares chilenos se declaraba “experto navegando en Internet”. Esto es preocupante teniendo en cuenta lo central que son (y serán) las “habilidades digitales” (almacenar datos, utilizar un motor de búsqueda, interactuar en redes sociales, escribir y publicar en distintos formatos, etc.) para el profesional del siglo XXI o de la era del conocimiento. Y si hablamos de adultos -del presente- la cuestión se hace más urgente, porque ya pasamos la década de este nuevo siglo.
La brecha se debe trabajar a través de una estrategia digital país clara y con metas específicas, por ahora ausente en Chile o lamentablemente desconocida. Este plan es urgente, porque tal como dice George Landow, "una tecnología siempre confiere poder a alguien. Da poder a los que la poseen, a los que la utilizan y a los que tienen acceso a ella". En este sentido, las élites con acceso, alfabetización y empoderamiento están cada vez más distantes del resto y creo que hay pocas cosas más graves en Latinoamérica que no prestar atención a estos factores que continúan agravando la desigualdad económica de nuestros pueblos.
"La familiaridad con una tecnología incrementa la disponibilidad y la competencia hacia las otras nuevas tecnologías”, dice Mauro Wolf en Efectos sociales de los media. “Es decir, aquellos segmentos sociales que estén familiarizados con una nueva tecnología (pongamos por caso el ordenador personal) estarán más abiertos a recibir otras innovaciones tecnológicas, porque ya tienen un conocimiento de tecnologías similares”, sentencia al respecto Francisco Albarello en su artículo La brecha digital y la educación.
Y llegamos en mi opinión al meollo del asunto: el gran problema o la gran desigualdad que realmente existe hoy en materia de educación, y causará más problemas mañana, es la alfabetización y el empoderamiento de lo digital.
Un asunto de educación
El sociólogo español Manuel Castells afirmó alguna vez que “la brecha digital no existe”, porque la desigualdad del conocimiento es ahora mucho menor a como lo fue antes y que Internet no genera exclusión. Reconoció la desigualdad pero dijo que si se comparaba este tema “con ir al teatro o comprar libros, hay más desigualdad en las viejas culturas que en la nueva tecnología”.
Castells puede tener razón. Se ha progresado. Hoy hay más gente educada que antes. Hay mayor alfabetización. Hay menos pobreza. 100 años atrás la tasa de analfabetismo en Chile era cercana a 50%, por 1950 bordeaba 20% y actualmente está en 4%”, según publicó en 2006 el ex secretario ejecutivo de Estrategia Digital de Chile, Alejandro Barros. Se avanza, seguro, pero aún queda mucho por hacer.
El mismo Barros explica en ese artículo que “en la era digital, los desafíos de la globalización en cuanto a alfabetización son otros y Chile no está exento de ellos”.
“De acuerdo a la Organización Internacional del Trabajo (OIT), las TIC's aportan al crecimiento económico y a la superación de la pobreza principalmente por su influencia en el empleo, pues crean empleos más productivos y mejor remunerados. Por otra parte son un poderoso medio de integración a la sociedad civil, y pueden llegar a tener una repercusión importante en la calidad de vida de los segmentos marginados de la población basada en la disposición de un gobierno más transparente y con mayor capacidad de respuesta, así como en la mejora del alcance y la prestación de la servicios como la salud, educación y otros servicios sociales”, concluye Barros.
Partir por el principio
No queda duda de que la alfabetización y el empoderamiento de los servicios digitales es un asunto de educación. Pero en Chile aún estamos discutiendo y solucionando lo que refiere a infraestructura, acceso.
Hace muy poco, el ex CEO de Telefónica Chile, Oliver Flögel, asumió el nuevo cargo de “secretario ejecutivo de Desarrollo Digital”, dependiente del ministerio de Transporte y Telecomunicaciones. Y tras asumir, Flögel contó su objetivo de largo plazo: “diseñar un documento que se convierta en la estrategia digital de Chile para el periodo 2012 -2018”.
Flögel también ha dicho a los medios chilenos que el país no es que no haya avanzado durante estos años en materia digital, sino que acusa que no ha existido un orden, un marco que coordine las distintas iniciativas. Por esto su esfuerzo y su hincapié parecen correctos: el marco, el documento es de vital importancia, aunque para algunos, ésta es una tarea para ayer, es decir, estamos muy atrasados, contra el tiempo.
El secretario también ha afirmado que es necesario lograr mejorar la conectividad de nuestro país a través de un trabajo que involucre al gobierno y a los privados. “Hay que ver cómo hacemos para construir las autopistas digitales en aquellos lugares donde hay caminos de ripio”, aseguró en una entrevista en el Diario Financiero.
Además el secretario explicó la importancia que tiene para Chile el poseer cerca del 40% de la observación astronómica del planeta, ya que la transmisión de esos datos al extranjero obliga -de cierta forma- a que nuestro país sea un eje de gran importancia para la conectividad latinoamericana, cuestión que estamos lejos de ser si es que sólo nos dejamos llevar por el dato cuantitativo de nuestra población y su capacidad de transmitir datos, muy inferior a otras naciones.
¿Qué sería de nosotros sin los observatorios?, me pregunto. En fin, los tenemos. Habrá que esperar a que caigan los precios de la banda ancha y con esto solucionar -un poco más- nuestra brecha digital.
Infraestructura. Sí, tenemos que partir por lo básico.
Compartamos conocimiento
Para los “digitales” (no me gusta el término, pero se entiende) es angustiante hablar sobre brecha digital. Para los inmersos en este mundo las tecnologías van demasiado rápido. Cada día buscamos sorprendernos por lo que vendrá. Google se escapó de las manos y nos sorprende con su capacidad de gestionar datos. Facebook y Twitter cuentan en tiempo real cómo va el mundo. Sin embargo, 6 mil millones de personas no tienen cuenta en Facebook. 6 mil 800 millones tampoco tienen cuenta en Twitter.
Aquí está el desafío. Los “digitales” de hoy debemos resignarnos y dar un paso al costado. Ese mundo que -dado a hechos concretos- imaginamos (y deseamos) lo comenzarán a disfrutar nuestros hijos y realmente lo gozarán nuestros nietos.
Pero dar el paso al costado no significa quedarnos de brazos cruzados. Debemos calmarnos y vivir diariamente pensando en “cómo, con lo que yo sé, realmente puedo ayudar al otro que no lo sabe”. Hago un llamado a compartir desinteresadamente el conocimiento. Debemos hacerlo. Así iremos recortando la brecha y nuestro mundo, ese que deseamos, se irá asomando aunque sea que llegue cuando ya estemos en la hora de nuestro ocaso.
Me resigno a vivir mí tiempo en desigualdad, pero hago mi esfuerzo para que futuras generaciones disfruten de una mayor igualdad de oportunidades gracias a Internet.